Centella.

“Queremos construir una cabina de radio dentro de un cubo de vidrio que sea visible para todos los que visiten Café Moscú.” 

 

Así fue como comenzó aquel experimento. Este espacio idealizado le llamamos Centella, el cual tenía un significado muy personal, con acentos nostálgicos a resolver. 

 

Fuimos construyendo Centella a la par con Café Moscú y nos íbamos encontrando con más y más problemas relacionados a este espacio en específico. Pareciera como si este lugar -dentro de nosotros- al exteriorizarse generara la misma chispa con el exterior. 

 

La noche previa de la apertura de Café Moscú sucedió lo inimaginable; el cielo expresó uno de sus más fuertes granizos ese año. Centella sufrió un colapso. Contenido por sus cristales, cambió de estado. Creación a destrucción. 

 

Este acto, consecuencia de muchos enredos emocionales se liberó a sí mismo dejando inerte una pieza creada por el misterio que nos rodea. 

 

Centella mostró vida. Vida que nosotros no le pudimos dar. Pero vida aún. Sin Centella, Café Moscú no hubiera existido. 

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Y nos quedamos pensando, por algo su nombre.